OJOS DE DRAGÓN 2 - ¡MALDICIÓN!


PREÁMBULO


A Orlando, Ojos de Dragón, se le antojaba que había pasado un siglo desde su huida del orfanato. Thomas Gorman, el malvado director, no solo le había esclavizado a cambio de techo y comida durante su estancia en el siniestro lugar, sino que le había ocultado una tablilla de madera que contenía una pista que podía ayudarle a encontrar a sus padres.

     Pero solo habían transcurrido unos meses. En ese tiempo le habían sucedido una gran cantidad de hechos dramáticos que poblaban su memoria y de los que no conseguía desprenderse.

     A pesar del esfuerzo por olvidar, algunos recuerdos le asaltaban una y otra vez. La traición de Donario, el compañero de orfanato, al que consideró un hermano; la ayuda inestimable de los dos hijos de Cormandie; los vanos sueños del caballero Johanus, que había perdido su honor y deseaba cazar un dragón para recuperar el respeto de su padre; la fortaleza e integridad del rey Tágnarik, que le había dado la oportunidad de conocer a la princesa Katania y la oportunidad de trabajar en su gran biblioteca… Pero, sobre todo, recordaba los presagios de la hechicera Crúñiga, que le había anunciado su transformación en dragón y le había hablado de su noble origen. Una inesperada revelación que le había trastornado. Según ella, era hijo de reyes… Un príncipe que se estaba transformando en un dragón y cuyo destino era incierto. Todo lo que le había sucedido no se podía borrar de su mente, le acompañaría durante el resto de sus días. 

     Tantas y tantas aventuras que le habían cambiado la vida... 

     Ahora, después de la terrible batalla en el castillo de Tagnaria, en la que rey Tágnarik había muerto a manos del traidor rey Avérnico, cabalgaba junto a su compañera, la princesa Katania, en busca de un dibujante de dragones llamado Halcón que podía darle algunas pistas sobre su origen y, posiblemente, sobre su futuro. 

      Le unía a Katania un profundo sentimiento de dolor y esa sensación de tener el corazón roto. Él, despreciado y abandonado en un hospicio por sus padres, debido a su monstruoso aspecto; ella, humillada y atemorizada por la terrible pérdida de su padre a manos de Avérnico, a quien antaño había sido prometida y al que rechazó cuando alcanzo la edad del matrimonio.

     Habían emprendido un viaje oscuro y lleno de peligros, un periplo inacabable que podría costarles caro. Pero estaban decididos a llegar hasta el final, costase lo que costase. 

     Orlando percibía su proceso de transformación: el paso del tiempo lo convertiría en un verdadero dragón. Aunque lo sufría en silencio, en su interior, le carcomía como si llevase un infierno en las entrañas. Su única esperanza estaba en localizar a Halcón, el autor de la tablilla que llevaba colgada al cuello, la única pista para encontrar a sus padres, a los que tanto deseaba conocer.

     El objetivo era llegar a la abadía de Tritania, un reino vecino repleto de bandidos y mala gente. Las largas jornadas de cabalgada resultaban muy duras. El terreno agreste y rocoso era difícil, pero se tornaba intransitable cuando a los valles y llanuras les sucedían las montañas. En ocasiones, habían sufrido privaciones de agua y alimentos. Evitaban en la medida de lo posible atravesar las poblaciones que jalonaban su camino y los campos de cultivo para esquivar la insaciable curiosidad de los campesinos. Al caer la noche, buscaban cobijo en lugares alejados en los que resguardarse de fieras y extraños. El anonimato era su salvoconducto.

     ―Mira, allí hay una cueva ―señaló Orlando―. Podemos pasar la noche en ella. Creo que estamos a punto de entrar en Tritania.

     ―Me parece bien. Nos protegerá del frío ―accedió Katania―. Esperemos que también haya espacio para los caballos, están muy cansados.

     ―Déjame adelantarme. A veces, los osos se guarecen en esas grutas. Por suerte para ellos, la cueva era grande y no había indicios de osos, ni lobos ni ningún otro animal. Después de varios días soportando las inclemencias del tiempo, podían disfrutar de una noche tranquila y cálida, gracias a la hoguera que lograron encender.

     Negro, el caballo de Orlando, y el de Katania pudieron recuperar las fuerzas.

     Ninguno de los dos podía imaginar lo que se avecinaba. Sus vidas estaban a punto de dar un vuelco e iban a vivir aventuras de tal calibre que era imposible suponerlas. Por eso siguieron adelante. 


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