DÍA 2 - SÁBADO, 13 DE NOVIEMBRE DE 2021
El sábado empezó de forma sorprendente.
Apenas llego a la cafetería para desayunar, escucho algunas indirectas: "¿Os ha llegado a vosotros el sonido de la tele esta noche?". No quiero sentirme aludido, pero noto que esos comentarios tienen algo que ver conmigo. "¿Qué ha pasado?", pregunto. "Nada, que anoche hubo una tele que se escuchaba en todas las habitaciones". "¿Se sabe quién ha sido?" "Sí, tú".
Sorpresa. "¿Perdón?" "Bueno, es posible que el sonido se haya extendido por arte de magia. Son los fantasmas". "Sí, las paredes se traspasan con facilidad"... Menudo cachondeo a costa de la tele. Ni siquiera me molesto en defenderme ya que sé que no valdrá la pena.
"Lo peor ha sido lo de la luz", dice Elena. "¿Qué ha pasado con la luz?" "Que no he podido apagarla en toda la noche". "¿Has dormido con la luz encendida?" "¿Sí, con el sonido de la tele?"
La broma sigue hasta alcanzar niveles de delirio.
Después de planificar el resto de la jornada, partimos a comprar aceite.
Sí, habéis leído bien. Nos vamos a una Cooperativa para comprar garrafas de aceite que algunos quieren llevarse. Parece que el precio es bueno y, lo que es mejor, la calidad es superior.
Llegan noticias de que el volcán sigue en erupción. El Covid sigue avanzando y hoy no va a llover en Andújar, cosa que nos alegra mucho.
Salimos del hotel con el ánimo muy alto. Hoy tenemos una agenda muy apretada, así que hay que mantener la moral muy elevada. Nos esperan grandes emociones.
La Cooperativa está cerca y resulta muy divertida. Mientras algunos hacen compras, Roberto, Eva y yo exploramos el lugar y nos hacemos algunas fotos alocadas. Por fin, con las compras hechas, nos dirigimos a nuestro próximo destino: la librería Kiki, donde se va a celebrar una yincana con niños y niñas, dirigida por Lola Nuñez.
Parte del grupo, posando ante la Cooperativa agraria Virgen de la Cabeza. Felices por haber conseguido sendas garrafas de aceite de calidad.
La librería Kiki tiene un buen tamaño y está bien dotada de libros actuales, sobre todo, infantiles y juveniles. Por supuesto tiene también libros adultos y tiene una interesante sección de papelería. Ah, y da mucha importancia al cómic.
El acto comienza a la hora prevista, con una buena afluencia de chavales. Mientras se lleva a cabo, exploro la librería y me compro el último álbum de Astérix y un libro de Javier Reverte, titulado El hombre de las dos patrias, que va sobre Albert Camus.
Después, el librero me regala un portaminas moderno, que tiene una mina de 2mm. y que mantiene la punta muy fina gracias a un afilador incorporado. Milagros de la tecnología moderna que me va a venir muy bien. Me encanta y prometo usarlo, a ver si me funciona bien. Para un dibujante, es muy importante adaptarse a las herramientas de dibujo y siempre es un riesgo iniciarse con una nueva.
Me acerco a la cafetería cercana, donde algunos de nuestro grupo están desayunando... por segunda vez. Me sumo al evento con alegría y tengo la oportunidad de probar unos churros exquisitos, pero me niego a meter mano al rosco de porra que tienen sobre la mesa y que tiene pinta de quedarse ahí por ser demasiado grande. Hay churros recubiertos de chocolate.
El rosco infinito que sobrevive al segundo desayuno. Encima, churros creativos con forma de corazón. Los bañados en chocolate han pasado a mejor vida.
Un escritor local que he conocido en día anterior, en la biblioteca, me dedica un libro suyo que la librera me ha regalado. Mantenemos una breve conversación sobre el tema de las críticas a los libros mal publicados y llenos de errores. En estos tiempos, hay que ser muy exigentes.
La yincana se alarga un poco más de lo previsto y la hora de comer se nos echa encima. Isabel, la librera, ha reservado mesa en un merendero de las afueras. Resulta un acierto ya que hace un día espléndido y disfrutamos de una temperatura muy agradable.
La comida es abundante y, entre bocado y bocado, me parece recordar que algunos comentamos que estamos leyendo La Bestia, el Premio Planeta 2021. El debate está servido. Pero estamos bastante de acuerdo en que la novela mantiene el interés y que la historia es interesante siendo, como es, literatura comercial.
Cinco o seis hemos pedido una ración de medio pollo pero, a juzgar por la cantidad que nos sirven, los pollos deben de ser gigantes. Más bromas sobre el tamaño de los pollos de Andújar. El ambiente es inmejorable y la sobremesa se alarga. "Por eso lo trocean", dice alguien dejando entrever una intención morbosa. "Sí, a hachazos", añade alguien. Imaginamos que el hacha del El Resplandor podría ser la misma que la del tío del cuadro y la que usa el cocinero para descuartizar los pollos. Alguna relación tiene todo esto con la historia de La Bestia... y no digo más para no hacer spoiler.
Somos de los últimos en abandonar el lugar. Nos vamos bien comidos, bien bebidos y bien reídos. Pasamos por el hotel para reorganizarnos y prepararnos para la próxima sesión: una visita nocturna por el Andújar misterioso. Muy excitante. Será en plena noche.
El guía que Isabel ha contratado llega a la hora prevista y nos unimos a él ante la iglesia de Santa María. Hemos tenido suerte ya que, además, es escritor y experto en el tema de lo paranormal y parece que ha tenido alguna colaboración con el programa Cuarto Milenio.
El recorrido se va haciendo más tenebroso a cada paso que damos. Durante dos horas, nos cuenta historias de mujeres, monjas y fantasmas que rozan la locura. Gente que había perdido la cordura y vivía a pie entre este mundo y el otro. Andújar parece un lugar lleno de historias y leyendas fantasmagóricas dignas de aparecer en los libros. Paseamos por callejones estrechos y oscuros, verjas de hierro y palacetes. En algunos momentos parece que el grupo se disgrega y la sensación de que alguien pueda desaparecer o perderse está latente. Las sombras nos rodean y la poca luz sirve apenas para ver nuestras siluetas. Realmente apasionante. Buen momento para hacer fotos.
Para finalizar, el guía nos deja escuchar un par de psicofonías exclusivas que tiene grabadas en su móvil. En una de ellas se escucha una voz ronca que, según él, significa: "Os voy a matar". En la segunda, se oye a un coro de niños que están cantado o gritando mientras una señora mayor se lamenta: "Qué pena estar muerta". Aunque no lo entendemos con claridad, no nos quejamos y damos por buena su explicación. Nos despedimos, le damos las gracias y nos dirigimos al restaurante con el corazón encogido.
Por fin, llega la hora de cenar. Isabel, que lo ha organizado todo muy bien, ha reservado mesa en una terraza donde aparecen bandejas llenas de comidas que nos superan. Todavía estamos bajo el efecto de al abundante comida y no todas las bandejas se vacían.
Luego viene el ya tradicional paseo hasta el hotel. La noche es fría, pero estamos tan calientes por dentro que la baja temperatura no nos afecta. Es una pena no haber grabado las bromas que hacemos durante el paseo sobre la visita guiada, ya que podría demostrar que es cierto que la gente es más graciosa a altas horas de la noche que durante el día. Todavía no sé de dónde sacan tanto ingenio para comentar aquello que les impacta.
Después de prometer que no encenderé la tele, que Elena podrá apagar la luz, que no van a dar importancia a las gotas de sangre y que el cuadro del tipo con el hacha no va a cobrar vida durante la noche, nos retiramos a descansar.
No me gustaría terminar la crónica de hoy sin hacer mención especial a Roberto, que me ha hecho unas fotografías muy especiales; a Isabel, la librera, que lo ha planificado todo a la perfección. Y claro, a los demás compañeros que, con su ingenio y buena voluntad, han logrado hacer de este día algo especial.