VIAJE A MIAMI

      EL VIAJE DE IDA      

 

Cuando llego al aeropuerto después de un corto viaje en Metro, el día es más gris, frío y lluvioso. Muy desapacible para emprender un viaje. Apenas son las 9 de la mañana.

Me acerco a la máquina automática para sacar la tarjeta de embarque y me encuentro con un pequeño problema: me pide la dirección de mi alojamiento en Miami, pero ni la llevo encima ni la he memorizado. Avanzo pantallas pero insiste en pedirme el distrito postal hasta que, al final, se rinde y me entrega la tarjeta de embarque. Asunto solucionado... de momento... Seguro que alguien me la pedirá. Ahora, lo importante es avanzar.

Después de pasar el control de seguridad sin problemas ya que hay poca cola y el detector no suena cuando paso por él, me acerco a una cafetería y me tomo un desayuno de bizcocho y café con leche mientras el aeropuerto se va llenando de gente. Se nota que la actividad está aumentando. Ya son casi las 10.

A través de las grandes cristaleras veo que ha empezado a llover. Espero que el viaje sea tranquilo y no tengamos demasiadas turbulencias. 

 

El aeropuerto de Barajas, el día del viaje.

 

Me encuentro con Begoña Oro y, después de hacernos unas fotos, nos ponemos a la cola de embarque, en la puerta U67. Un poco después, nos llaman a los dos por la megafonía. La señorita que nos atiende me dice que la Aduana de Estados Unidos quiere mi dirección de alojamiento en Miami. Menos mal que Begoña la tiene y me ayuda a rellenar la ficha. Ahora, todo está en orden y mi situación se ha regularizado.

 

Con Begoña Oro, mi compañera de viaje, listos para embarcar. La foto nos la hizo un señor muy simpático.

 

A continuación, hacemos un viajecito en el tren subterráneo que nos lleva hasta la T4S, desde donde salen los vuelos internacionales. Por fin, embarcamos. Hace frío en el avión.

El avión de Iberia despega sobre las 12 de la mañana para hacer un vuelo de casi 10 horas hasta el Aeropuerto Internacional de Miami. Si todo va bien, llegaremos sobre las 15:30, hora local, y las 22:00 en España.

Viaja conmigo Begoña Oro, autora de infantil y juvenil, con quien voy a compartir algunas actividades, pero no todas. A pesar de que formamos parte del mismo Plan de Animación a la Lectura, cada uno tiene su propia programación.

Lo cierto es que este viaje estaba previsto para el mes de octubre, pero se retrasó para ajustarlo a las fechas de la Feria del Libro de Miami que, este año, tiene a España como país invitado.

De esta manera, además de visitar colegios e institutos, haremos algunas actividades relacionadas con esta Feria. Es posible que, además, nos inviten a algún acto relacionado con este importante evento literario.

Nos han contado que esta Feria del Libro es una de las más importantes de Estados Unidos. Parece que la presencia de Dan Brown, que va a dar el pistoletazo de partida, lo confirma. Además, los Príncipes de Asturias van a asistir a la inauguración.

Sabemos también que habrá otros autores españoles. Este año, el Ministerio de Cultura se ha volcado para que la presencia española sea más que notable. Me parece muy bien.

 

EL VUELO

El avión es un Airbus 330. Los asientos son bastantes amplios, espaciosos y muy cómodos, con pantalla incrustada en el dorso del asiento delantero. Todo está bien salvo la baja temperatura. Hace frío y muchos pasajeros se tapan con la mantita roja que nos han regalado. Algunos se han quejado a las azafatas, pero no ha servido de nada. Espero que no tengamos que aguantar esta temperatura durante todo el viaje.

La pantalla informativa indica que la temperatura. exterior es de 52 grados bajo cero. Estamos volando a una altitud de 10.058 metros y a 824 K/h. Todavía nos quedan 5.296 kilómetros por delante.

Lo bueno de los viajes largos es que te alejan de los asuntos cotidianos y los problemas quedan atrás. Digamos que te dan una perspectiva diferente de las cosas... Y eso que acabamos de empezar...  En la cabina del avión, todo parece muy lejano, es como viajar en el tiempo...

Sin embargo, no puedo olvidar lo apasionantes que han sido los dos últimos días, que he pasado en el Festival de Fantasía de Fuenlabrada.  Han sido muy divertidos además de enriquecedores. Los festivales a pesar de su apariencia lúdica y superficial, siempre aportan cosas nuevas. Sobre todo si participas activamente en ellos.

En este caso, hemos expuesto las ilustraciones de EL EJÉRCITO NEGRO, realizadas por MARCELO PÉREZ. Han venido algunos chicos y chicas de institutos a visitarnos y les hemos hecho una visita guiada, y les hemos desvelado algunos de nuestros secretos profesionales.

Les ha encantado... Y a nosotros también...

Por la tarde he dado una charla, junto a CARLOS GARCÍA MIRANDA, sobre distopías, ante una audiencia pequeña pero muy interesada. Creo que el esfuerzo ha valido la pena. Hemos enseñado cosas nuevas y hemos aprendido otras que desconocíamos. Yo diría que ha sido un buen intercambio. Así da gusto.

También he formado parte de una mesa con 12 autores, en la que hemos respondido a las muchas preguntas del público. Ha sido una experiencia muy interesante, sobre todo por la variedad de formas de trabajar que hemos explicado. Cada autor afronta el trabajo de manera muy diferente y eso siempre llama la atención de los asistentes que, como todo el mundo sabe, son muy curiosos.

La comida se ha celebrado en un local de eventos que se llama CASA REAL, donde nos han servido canapés y bebidas. Ha sido una buena oportunidad para hablar con todo el mundo. Esta fórmula se está extendiendo y ya se acepta mejor que la de la comida tradicional en mesas con asientos adjudicados. El catering libre te permite moverte a tu gusto y cada uno puede buscar la compañía que le agrade. He conocido algunas personas interesantes.

Mientras volamos, no hago más que preguntarme qué tal me irá con la charla-taller que celebraremos el viernes que viene ante un nutrido grupo de profesores. Me tiene inquieto. Es un público nuevo al que no conozco de nada, que vive en una cultura diferente.

Exclusivamente para ellos, he preparado un par de presentaciones en Power Point. El tema: ANIMACIÓN A LA LECTURA.

Siempre da un poco de pudor explicar algo a gente que sabe más que tú del tema en cuestión, pero me he comprometido y tengo que hacerlo.

Una charla será teórica y la otra será un taller. Cada una de una hora.

He elaborado un par de discursos que se complementan. Me he basado en la idea de que hay que interesar al lector desde el principio para que deseé leer un libro.

Siempre he tenido la teoría de que las ganas de leer se despiertan al principio del libro y que, si no se consigue en la primeras páginas, es difícil que se logre más adelante. Es más, creo que un lector se interesa de verdad por el contenidos desde las primeras líneas.

En eso he basado mi discurso.

No sé si es muy original, pero es lo que pienso.

Lo aprendí cuando trabajaba en publicidad. Sabíamos muy bien que los seis primeros segundos de un spot son fundamentales para que el espectador no cambie de cadena.

Es curioso, pero la gente es muy impaciente. Si no les das enseguida algo que les interese, desconectan y se alejan de ti., dejándote incluso con la palabra en la boca.

Por recomendación de Rodolfo, mi contacto en Miami, he intentado hacer una presentación muy visual y muy ilustrada. Me ha advertido de que debo ser muy gráfico para que me sigan. Ya veremos si lo consigo.

Por otro lado, me ha preguntado si necesitaré ordenador y proyector en los colegios y le he dicho que me apañaré con una pizarra. Con los niños prefiero hacer cosas en vivo, espontáneas... Escribir, dibujar, hacer retratos o caricaturas, crear personajes... Me resulta más emocionante. Puedo organizar un discurso para personas adultas pero prefiero estar ante los chicos para saber qué voy a hacer. Cada grupo es diferente y prefiero personalizar cada visita. No obstante, no improviso alocadamente, tengo una base de lo que quiero decir y lo hago según las circunstancias.

 

PASEOS POR EL AVIÓN

Sigo los consejos de los expertos y doy paseos por el avión. Dicen que no conviene estar demasiadas horas sentado, sin moverse, y que es necesario activar la circulación de la sangre.

He contado unas cuarenta filas de ocho asientos, así que debemos ser bastantes más de trescientos pasajeros, incluyendo la primera clase y la tripulación. A estas horas, unas seis horas de vuelo, ya se nota que el ambiente está un poco cargado. Hace "calor humano".

Son casi las cinco y han bajado las luces para que la gente pueda dormir. En uno de mis paseos he ido hasta la parte trasera del avión y les he pedido a las azafatas un zumo de naranja.

Hace un par de horas nos han servido un catering. Hemos podido elegir entre albóndigas o paella, y he optado por esta última.

La paella no estaba ni buena ni mala, ni dura ni blanda... Era la típica comida de avión, servida en una bandeja llena de pequeños objetos que me han obligado a hacer filigranas para que no se me cayeran al suelo. El postre era un trocito de tarta de chocolate que venía acompañado de una tacita de café.

El viaje está siendo muy tranquilo, sin turbulencias. En la parte trasera se nota que se mueve más. Menos mal que estoy en la fila 11 y el balanceo es menor. Por consejo de Begoña, reservé mis asientos con antelación, previo pago de 60 euros.

También he invertido otros 40 euros en un seguro de viaje, por si acaso. Nos han advertido de que en Estado Unidos no existe una Seguridad Social como la conocemos en España. Allí, en caso de accidente o enfermedad, hay que abonar por adelantado o bien tener un seguro privado.

Por lo que veo en la pantalla informativa, estamos llegando al ecuador del viaje. Por experiencia sé que la primera parte se lleva siempre mejor que la segunda, que suele ser más aburrida. El cansancio y el aburrimiento hacen estragos.

He empezado a estornudar. Las quejas de los pasajeros no han servido de nada, hace un frío que pela. Casi todo el mundo usa la mantita roja de viaje.

He hecho algunas fotos. Todo está oscuro y sólo se ven las pantallitas encendidas. También hay ordenadores y tablets. Sólo se oyen los motores, algún ronquido y varios estornudos. Las ventanillas están cerradas.

 

 

Sólo se ven pantallas. Los pasajeros se entretienen. Todo está en silencio. El avión está repleto.

La oferta de entretenimiento audiovisual es muy amplia. Hay series de televisión, documentales películas, juegos... Para todos los gustos...

He visto el comienzo de PACIFIC RIM. Va de extraterrestres contra robots. También he echado una mirada a AVIONES, de los creadores de CARS, pero no he conseguido interesarme por ninguna. No es que sean malas, al contrario, es que me parece que éste no es un buen sitio para ver películas, al menos para mí.

Menos mal que he traído el IPad. Es una gran ayuda para pasar el tiempo. Y para aprovecharlo. Durante estas horas de viaje he escrito varias cosas y he adelantado un trabajo que tenía en marcha.

Son las 17:28, hemos recorrido 4.000 kilómetros y quedan 3.100.

He intentado echar una cabezadita pero sólo he conseguido dolor de cuello. Espero dormir bien esta noche ya que mañana empezamos pronto los encuentros en los colegios. Esta mañana me he levantado muy temprano y necesito recomponerme para estar fresco mañana.

 

LOS LIBROS

La verdad es que tengo ganas de conocer a los alumnos. Va a ser muy interesante ver cómo reaccionan ante mis libros. Al fin y al cabo, son lectores diferentes a los que estoy acostumbrado a ver, y eso siempre emociona.

Voy a hablar de tres libros: MAXI EL AGOBIADO, EL LIBRO INVISIBLE y B1TERMAN.

Los he elegido en base a las edades de los niños que voy a visitar, que me han adjudicado.

Son tres grupos diferentes en los que hay chicos de 7/8 años, de 10 y de 15. Espero haber elegido bien.

Me acabo de tomar un café con galletas. Me ha servido para entretenerme un poco. El frío arrecia, nos van a congelar.

Por fin, nos estamos acercando a la costa estadounidense. Dice la pantallita que faltan menos de tres horas. Ya hemos recorrido 5.300 kilómetros y volamos a 10.972 metros de altitud.

Los pasajeros se están despertando y los pasillos se están saturando de gente que pasea de un lado a otro. Yo sigo con mi ritmo de moverme cada media hora. Lo peor son las azafatas con los carritos de refrescos o de venta de productos, que atascan los pasillos.

Faltan exactamente dos horas y cinco minutos para aterrizar.

Noto que las piernas me pesan un poco, seguramente debido a la inactividad. Y eso que me he movido bastante, pero ya son muchas hroas de vuelo.

Acabo de rellenar el cuestionario para la aduana. Un montón de preguntas sobre mis intenciones en Estados Unidos. Quieren saber si pienso conspirar contra su Gobierno y otras cositas por el estilo. En fin, sin comentarios...

Vienen las azafatas con el carrito de la merienda cena.

Nos entregan una cajita de cartón que contiene un bocadillo de pan de leche con queso y jamón de York, un bollito, una chocolatina y una especie de yogurt de fresa de una marca que no he visto en toda mi vida. Todo muy frío, recién salido del congelador, como tiene que ser en un vuelo intercontinental.

En este momento son las ocho y media, hora española, estamos volando la meseta submarina de Blake y nos queda apenas una hora y media de vuelo. Re resulta muy emocionante haberme despertado en Madrid muy temprano y llegar a media tarde a Miami.

La gente se ha ido deshaciendo de la mantita roja y muchas están tiradas por el suelo. El pasillo parece un campo de amapolas. No es que haga menos frío, es que estamos hartos de estar envueltos en una manta a media tarde.

Se nota en el ambiente que estamos llegando. Hablan, ríen... es como si hubieran resucitado. Lo entiendo, después de tantas horas ateridos de frío, empiezan a revivir.

 

Pantalla informativa que nos mantiene al tanto de la evolución del vuelo. Entretiene mucho.

Según la pantallita, vamos a pasar relativamente cerca de CABO CAÑAVERAL, el lugar desde el que han lanzado tantos cohetes espaciales. Concretamente, el que llevó a los astronautas a la luna, en el año 1969.

No sé si me pillará muy lejos de donde voy a estar, pero si tengo ocasión me acercaré a verlo. Es un lugar mítico y daría cualquier cosa por contemplarlo.

Todavía recuerdo aquella fotografía que hicieron unos días antes de lanzar el cohete que enviaron a la luna, en el año 1969. Era de noche y el cohete, en la plataforma de lanzamiento, estaba apuntando al cielo, en el que había una luna llena, que parecía esperarle. Esa foto cambió la percepción de la gente sobre los viajes espaciales. Hasta entonces, los cohetes se veían como chatarra destinada a perderse en el espacio y mucha gente estaba en contra de esas misiones. Pero, como digo, aquella foto cambió la opinión de muchos ciudadanos. Se publicó en la revista LIFE, si no recuerdo mal. Aquella portada creó una corriente de simpatía hacia la misión. Al final, todo es cuestión de imagen..., de buena imagen...

De repente, todo se ha iluminado.

Han empezado a abrir las ventanillas y la luz blanca del exterior entra a raudales. La hibernación ha terminado.

La nave se aproxima a su destino y los pasajeros se están preparando. Es curioso, pero detecto cierta ilusión. Después de varias horas de silencio, se oyen sonrisas y voces.

A mi lado, en una bandeja, un ejemplar de EL MUNDO, con noticias sobre las cosas habituales. ¿Qué lejos queda todo eso ahora! ¡Qué poca importancia tiene la huelga de basura en Madrid, qué poco interesan a estas alturas las encuestas sobre intención de voto!

 

ATERRIZAJE

¡Ya está!

El comandante acaba de anunciar que nos disponemos a aterrizar.

Son las nueve y veinte, hora española y ha sido un viaje magnífico. Tranquilo, sin sobresaltos y con buen servicio.

Es una pena que a IBERIA le vaya tan mal con lo bien que lo hace.

El aterrizaje es perfecto.

Por fin, después de casi diez horas de vuelo, hemos llegado a nuestro destino.

Desembarcamos con toda tranquilidad, sin prisas, pero con ganas de pisar suelo firme.

Hemos abandonado el avión y caminamos por los larguísimos pasillos del AEROPUERTO INTERNACIONAL DE MIAMI.

Mientras nos dirigimos a la aduana, vemos que en los pasillos hay algunos vehículos similares a los que se usan en los campos de golf, aunque un poco más grandes. No entendemos qué hacen dentro de un aeropuerto. Más tarde, después de recorrer interminables pasillos y de cruzarnos con algunos de ellos, cargados con pasajeros, nos damos cuenta de su utilidad. Es un servicio de taxi dentro del propio aeropuerto.

Llegamos al control policial. Nos interrogan, nos toman las huellas dactilares y nos fotografían. Ya estamos fichados. Lo saben todo sobre nosotros. Saben dónde nos alojamos, para qué hemos venido y cuándo volvemos.

La mujer policía a la que entrego la ficha que he rellenado en el avión me hace una pregunta:

-¿Para qué viene acá?

-Voy a la feria del libro.

-¿Cómo dice?

-La Feria Internacional del Libro de Miami...

-Está bien, pase...

Un poco más adelante, pasamos por el control de equipaje, pero no se interesan por nosotros y nos dejan pasar sin problemas. Mientras BEGOÑA espera su equipaje, que tardará un poco, yo salgo a buscar a nuestro contacto: RODOLFO.

 

FIN DEL EPISODIO